lunes, 11 de julio de 2011

Apertura y límites de la novela moderna en Tres Tristes Tigres I

Resumen

La ponencia trata de demostrar el planteamiento según el cual en Tres tristes tigres interactúan elementos propios de la narrativa tradicional con otros que hacen parte del legado de la novelística del siglo xx, clasificados bajo la categoría de lo que Umberto Eco llamó la “obra abierta”, y que la combinación de esos elementos en la estructura diseñada por Cabrera Infante preconfigura los límites de la novela moderna.
El análisis parte de la búsqueda de un eje estructurante que permita una explicación valedera de la obra como conjunto a pesar de las diferencias aparentes que puedan presentar algunos de los elementos que la integran. Esta dimensión estructural emerge de la identificación de las distintas épocas y los mundos que se disputan el plano central de la obra, dando configuración al cosmos novelesco.
Son tres las épocas que transcurren en el universo narrativo de Tres tristes tigres: la de los infantes pueblerinos, la del tránsito a la vida citadina y la que desarrolla la vida adulta de los personajes. De igual manera, la arquitectura de la obra busca reflejar el predominio de un mundo floreciente y en expansión, en contraposición a otro desgastado y anacrónico.
La claridad en torno al elemento estructural remite a los recursos técnicos utilizados para su configuración y de manera específica a la combinación de distintos planos cronológicos, la multiplicidad de voces narrativas y al uso de la parodia, de la traducción y del lenguaje en busca de determinados efectos estéticos. En especial, la fragmentación del tiempo y del espacio tiene implicaciones estructurales que son presentadas por medio de procedimientos tradicionales de composición narrativa.
Pues bien, este universo narrativo disímil en donde se combinan elementos de composición narrativa tradicional y formas arcaicas con recursos técnicos novedosos propios de la narrativa moderna que determinan una línea estructural compleja está caracterizando y estableciendo simultáneamente aperturas y límites a las posibilidades técnicas que asume la literatura en cuanto a la plasmación del fenómeno estético moderno.


Una mirada retrospectiva a la literatura latinoamericana de reciente data permite  observar grosso modo un hecho significativo entre muchos otros.  Es la aparición casi simultánea en el lapso de unos pocos años, en la década del 60, de varias obras hoy consideradas como clásicas en el concierto universal: en el 63, Rayuela y La ciudad y los perros; en el 64, Tres tristes tigres; en el 67, Cien años de soledad. La lista se podría incrementar, pero con lo mencionado es más que suficiente para el interés que aquí nos convoca.
Estas obras, que se distancian entre sí en la porción de realidad que relatan, en la manera como estructuran su universo y en las características inherentes al mismo hecho narrativo, conservan, sin embargo, un elemento común de gran significancia: cada una de ellas, desde su enfoque particular, plasma las características de la misma corriente de pensamiento de la que todas hacen parte y, a la vez preconfiguran los límites de esa plasmación estética. Pues bien, esta reflexión pretende esbozar algunos de los elementos que enmarcan a Tres tristes tigres en la concepción y estructuración de la novela moderna en Latinoamérica y el señalamiento de algunos aspectos que se constituyan en límites para esa concepción.
Desde su aparición, en 1964, la crítica literaria ha resaltado lo relativo a las innovaciones técnicas utilizadas por el autor para la construcción del universo de ficción, de tal manera que con el correr de los años, esto de ha convertido en un lugar común, y hoy nos tocaría intentar lo mismo que hizo Savater al reflexionar sobre el Quijote: hacer un manual de instrucciones para olvidar todo lo que se ha dicho sobre Tres tristes tigres y Cabrera Infante. Dentro de ese torrente de crítica, tuvo gran impacto aquella aseveración relativa su condición de obra abierta –según las categorías enunciadas y condensadas por Umberto Eco-, a la par que se ponía de presente la amplia gama de experimentaciones que en torno al lenguaje se evidenciaba en la novela. Estos señalamientos se volvieron tan reiterativos que su fuerza significativa pareció perder consistencia para dar paso a la simple esquematización.

La dimensión estructural
Pues bien, un primer paso, útil para acercarnos al planteamiento esbozado, consiste en la búsqueda de un eje estructural que permita una explicación valedera de la obra como conjunto a pesar de las diferencias y aparentes disparidades que puedan presentar los elementos que la integran. Esta dimensión estructural emerge de la manera como se hilvanan o se deshacen, en un juego de simultaneidad y oposiciones, algunos hilos narrativos en los que se plasman las distintas épocas y los mundos que se disputan el plano central de la obra, dando origen al cosmos novelesco.
Para cualquier  escritor, la pretensión de crear un universo exige tener en cuenta la necesaria interacción de vastos y heterogéneos elementos, de cuyos enlaces emergerá seguramente una estructura compleja. En Tres tristes tigres la trama narrativa se desenvuelve en un periodo de tiempo aproximado de veinte años, aunque sólo se fechen los que van de 1953 a 1958. Durante este largo tránsito vital, tres épocas y dos mundos se disputan el plano central. No aparecen ordenados cronológicamente sino diseminados en secciones y subsecciones o apartados, bloques éstos que guardan cierta unidad, sin que se puedan considerar ni alcanzar equivalencias semejantes a la tradicional división por capítulos.
En la intrincada trama se puede reconocer una primera época o instancia espacio-temporal que corresponde al desenvolvimiento de varios personajes en sus vivencias de infantes pueblerinos.
“- Pero entonces Ciana Cabrera y su hija Petra se mudaron para Pueblo Nuevo, que no es en realidad otro pueblo ni es nuevo, sino un barrio que hay al otro extremo del pueblo mucho más pobre todavía, donde la gente vive en casas con piso de tierra y techo de guano y eso, y...”.[1]
También es perceptible una época posterior (este “posterior” es ficticio en el orden del relato) en la cual algunos de estos mismos personajes y otros nuevos aparecen en su tránsito a la gran ciudad en busca de oportunidades para triunfar (Códac, Cuba Venegas, etc.).
 “- Quizá sí- dije, tímidamente, soy del campo. Se puso de pie. Algo lo molestaba.
- Bueno, vamos acabar. Qué es lo que tú quieres.
- Una ayuda en la vida -creo que me puse dramático-. Estoy cerrado. En el pueblo no puedo seguir. Aquí estoy sin dinero, llevo días enteros a café con leche nada más. Si no me ayudan no me queda más que el suicidio, porque a mi pueblo yo no vuelvo”.[2]
Finalmente, una tercera etapa desarrolla la vida adulta de los personajes en su accionar ritualizado por el medio farandulero de La Habana.
Contrario a lo que generalmente se ha predicado de un supuesto mundo abierto y discontinuo, la novela presenta, con sus aparentes elementos inconexos, una estructura bien cohesionada en la que subyacen dos mundos en un profundo conflicto. La acción agonística se presenta entre una especie de mundo del orden organizado a través de un sistema de valores sociales y de coordenadas bien delimitadas que, no obstante, se hunde en el vacío por el desgaste de sus estructuras globales, y un mundo caótico que rompe con la normalidad y con toda clase de valores sociales, en el que confluye una variada gama de manifestaciones humanas y sociales en consonancia con los más altos refinamientos técnicos, propios de una sociedad de consumo que se devora a sí misma y tiende a su disolución.
Así, de acuerdo con esta dimensión estructural, se puede decir que la arquitectura de Tres tristes tigres evidencia el predominio de un mundo floreciente y en explosión, en contraposición a otro desgastado y anacrónico. Ahora bien, como el relato no respeta el orden cronológico de la historia, no se puede vislumbrar un estadio intermedio o de transición que permita graduar el nivel de destrucción del mundo del orden y a la vez plasme el universo dominante o mundo caótico, a pesar de que existen momentos de rompimiento claramente delimitables en la obra.

              Las ambivalencias planteadas las podemos condensar en el siguiente paradigma:
                    Orden viejo                                         Orden nuevo
                    Pobreza / miseria                                 Riqueza / derroche
                    Campo                                                Ciudad
                    Día                                                      Noche
                    Valores tradicionales                            Negación de valores
                    Niñez / juventud                                   Juventud / edad adulta
                    Trabajo                                                Placer / diversión
                    Orden / normalidad                               Desorden / caos
                    Anonimato                                            Fama
                    Violencia / represión                             Sexo / prostitución / libertinaje
                    Lucha política /Revolucionaria               Locura

[1] . Cabrera Infante, Guillermo. TTT. Seix Barral, Barcelona, 1970, p.27
[2] . Ibid, p.59

Al mundo del orden pertenecen los relatos de la primera época; los de la segunda corresponden a la etapa de rompimiento y el gran volumen narrativo está encauzado hacia el mundo dominante con textos que se encuentran diseminados desde la primera hasta la última página del libro, con un predominio espacial también significativo.