martes, 27 de marzo de 2012

Entrevista en Letralia


Letralia
Año XVI • Nº 263
19 de marzo de 2012
Cagua, Venezuela



Leandro Cerro
La escritura es un juego con el lector

  • Luciano Jobo
Desde una trinchera proporcionada por el anonimato dentro de su propio país, el autor colombiano de la novela La máscara del tigre no considera que el destino de su obra sea convertirse en referente de la literatura política. 

Hay libros, como algunas personas, que nacen en circunstancias extrañas —por no decir adversas— pero que a medida que avanzan en la vida van recomponiendo su destino. Tal parece ser el caso de La máscara del tigre, una novela publicada en 2010, a contrapié del orden establecido: sin respaldo editorial comercial; sin distribución en librerías; con una cinta en la que se lee: “Circulación clandestina en Colombia”. Como si se negara a ser difundida. Su autor: Leandro Cerro, un perfecto desconocido en el mundo de las letras. Rara avis. Y sin embargo, a un año escaso de su publicación ya tiene un creciente club de fans en Internet.
Entre ese ejército de escritores que desde el anonimato construyen el gran volumen de la literatura colombiana que no se registra en los periódicos, que no es atendida por las editoriales y no aparece en los estantes de las librerías, comienza a destacarse un escritor que por su estilo y contundencia narrativa parece distanciarse de la escritura que se ha publicado en los últimos años en Colombia a la sombra de García Márquez. Con la publicación de su novela La máscara del tigre (2010), entra a ser parte de la literatura posterior a García Márquez, ante el repliegue definitivo del creador de Macondo acosado por los achaques de salud. Proveniente de un Caribe ya lejano —de más de treinta años—, “pero renovado en sus raíces”, Leandro Cerro se radica a mediados de los años 70 en la Bogotá cosmopolita de todos y de nadie, y llena su vida literaria con el ejercicio de la cátedra universitaria.
La academia le permite reflexionar sobre las obras de los maestros de las letras universales y sus ensayos pedagógicos sobre el proceso de lectura y escritura le abre las puertas al mundo editorial universitario. Sus primeros libros Textos y pedagogía (1994) y Técnicas de escritura (1996) tienen una acogida entusiasta en el mundo académico y lo ubican como un especialista en este campo. Publica entonces un libro de cuentos, Todos morimos dos veces (2000), historias en las que comienza a configurar su universo narrativo. Y diez años después de estar trabajando una novela de “complejas connotaciones políticas” decide asumir el riesgo de darle forma impresa. “Publicar un libro que delate la realidad siempre será una aventura preocupante en Colombia. Por lo que entraña de riesgo, por el desgaste que supone para un escritor poner en la balanza su capacidad de desafío a las estructuras sociales que lo cercan y lo limitan. Escribir desde afuera sería muy fácil, incluso, para muchos es tan solo una posición in”, dice Cerro, planteando de entrada una posición polémica. “El conflicto está adentro, no afuera”, dice refiriéndose a la diferencia que existe entre quienes escriben desde las capitales del mundo por snob o por intereses económicos y quienes afrontan la cruda realidad colombiana desde sus mismas calles.
El único y verdadero exilio está en el interior. Es el cruel estigma que sufren millones de colombianos que viven sin esperanza alguna. El desplazamiento forzado es tal vez el exilio más cruel. Históricamente, en Latinoamérica el éxodo de escritores estuvo motivado por sus posiciones políticas dentro de sus países, frente a gobiernos inquisidores de diverso cuño. Neruda... Benedetti... Reinaldo Arenas... y tantos otros. También hubo quienes fueron compelidos por la situación social. “Si me quedo en la Argentina hubiera terminado en la indignidad”, escribía Julio Cortázar a sus amigos desde París. “Mi novela es expresa y deliberadamente política. El trabajo literario adquiere sentido al revelar la realidad”.
El lector de La máscara del tigre tiene que batallar con dos historias distintas. En la primera se narran las vivencias de un niño citadino, Lácides, al interior de una comunidad indígena de la Sierra Nevada, en la costa norte de Colombia, que lo identifica como la reencarnación de su dios tutelar, el Gran Karuma, el dios tigre. La posesión de una máscara de tigre con poderes mágicos llevará a Lácides a prepararse para liderar al pueblo de la Sierra frente a la amenaza de destrucción a que son sometidos por parte del mundo exterior. La otra historia es la cruenta historia de la Colombia actual: guerrilla, paramilitarismo, narcotráfico, corrupción, masacres. Una manera singular de visualizar la historia reciente de Colombia en un mundo de ficción. “El gran problema que enfrentaba mientras escribía era la perspectiva”, agrega Cerro. “No es lo mismo abordar una realidad histórica a una distancia de cincuenta años o más, cuando ya sus protagonistas han muerto y las consecuencias de los hechos son visibles en todos sus matices, que relatar unos acontecimientos todavía sin cerrar totalmente en sus consecuencias y derivaciones socioestructurales y con aristas invisibles en el entramado superestructural de la sociedad”.

—No existe ningún antecedente reciente de novela que denuncie de forma tan clara y contundente a la clase política y dirigente de Colombia. ¿Eso es bueno?

—Es una función que hasta el momento han cumplido el testimonio y el periodismo, pero con los condicionamientos que se derivan de la forma textual…

Ver la entrevista completa en:
www.letralia.com/263/entrevistas03.htm