lunes, 26 de septiembre de 2011

Literatura y realidad: Cien Años de Soledad y la masacre de las bananeras

El año 1928 es una fecha cruenta en la historia de Colombia. Ese año el gobierno conservador de Abadía Méndez perpetró la matanza de los trabajadores de la zona bananera en la plaza de Ciénaga, departamento del Magdalena.
Los trabajadores de la United Fruit Company se encontraban en huelga exigiendo mejores condiciones laborales. Entre sus principales peticiones estaban: un contrato laboral de 8 horas y mejores servicios de salud. El gobierno de Abadía Méndez había nombrado al coronel Carlos Cortés Vargas como Jefe Civil y Militar de la provincia, con plenos poderes, y con el encargo expreso de someter a los huelguistas.
La huelga se mantenía inalterable a pesar de los múltiples intentos del gobierno y de compañía bananera por alterar la voluntad de la población con medidas extremas. A un llamado de Cortés Vargas para que los trabajadores se concentraran en la plaza de Ciénaga con la promesa de interceder a favor de ellos y solucionar el conflicto, éstos abarrotaron la plaza con sus mujeres y sus hijos. Después de varias horas de estar esperando infructuosamente el acuerdo anunciado, el ejército disparó a la muchedumbre indefensa los nidos de ametralladoras que previamente había instalado en las azoteas de las casas que rodeaban la plaza. Los sobrevivientes fueron rematados por los soldados degollándolos con las bayonetas. El entonces Representante a la Cámara, Jorge Eliécer Gaitán, al denunciar el hecho ante el Congreso, dijo sobre la situación que vivían las familias de los trabajadores y la ilusión con que acudieron a la plaza en busca de una solución:
 “Pensando que aquel pueblo se batía inútilmente en los límites del hambre ya que no podía trabajar, pensando que las esposas tenían que atender el sustento de sus pequeños hijos porque sus padres estaban en las montañas atemorizados por el plomo cobarde y homicida”[1]
Se pone de presente la persecución a que eran sometidos los trabajadores de la compañía bananera y “cómo tenían que huir atemorizados por las balas del ejército colombiano al servicio de la compañía extranjera que explotaba a los mismos colombianos”.
Pues bien, estos mismos hechos, la primera matanza de cientos de trabajadores perpetrada de manera pública por un gobierno colombiano para salvaguardar los intereses particulares de una empresa extranjera, los relata el escritor Gabriel García Márquez en Cien años de soledad en los siguientes términos:
 “El nuevo Aureliano había cumplido un año cuando la tensión pública estalló sin ningún anuncio. José Arcadio Segundo y otros dirigentes sindicales que habían permanecido hasta entonces en la clandestinidad aparecieron intempestivamente un fin de semana y promovieron manifestaciones en los pueblos de la zona bananera.”[2]
El conflicto social que denunciaban los trabajadores de la compañía bananera y que se narra con sus características principales en la novela es de grandes consecuencias para la sociedad colombiana del momento y de las décadas siguientes, al punto que todavía se siguen presentando luchas sindicales por los mismos hechos.
 “La inconformidad de los trabajadores se fundaban esta vez en la insalubridad de las viviendas, el engaño de los servicios médicos y la iniquidad de las condiciones de trabajo.”[3]
Es evidente que la novela se recrea en los hechos reales e históricos al trasladar al mundo de la ficción lo que efectivamente sucedió en la zona bananera. Después de varios meses de gestación de la inconformidad social estalló la huelga. “La huelga grande estalló”, cuenta la novela y a partir de ahí se desencadenan los hechos que van a culminar con la masacre en la plaza de Macondo. Tal como sucede en la vida real en Ciénaga, existe una correlación con los hechos que se presentan en la plaza de Macondo, en la novela. El ejército colombiano, al servicio de una empresa extranjera, asesinó cobardemente a los trabajadores, a sus mujeres y niños, a los cuales había citado en esa plaza con el engaño de que la compañía bananera aceptaría las exigencias de los trabajadores.
Esa acción vil y cobarde la denunciará en el Congreso de la República, el representante Jorge Eliécer Gaitán en los siguientes términos:
 “El señor Cortés Vargas ante la tragedia inaudita de la cual es uno de los autores, necesitaba tocar el patriotismo y nos inventó los buques de guerra americanos. Esta afirmación, que él pensó que lo reivindicaba, sin embargo, por sí sola y aun cuando así fuera, lo condena. Por qué puede pensarse de un militar que por temor a unos barcos de guerra que atrevidamente se presentan a amenazar las costas de la república, en vez de dirigir sus cañones y ametralladoras en un gesto solemne de sacrificio contra el invasor extranjero de las aguas colombianas, no encuentra otro recurso que el de volver los fusiles para asesinar a los hijos de su propia patria.”[4]
La novela narra así el momento de la masacre:
 “…y la fila de ametralladoras abrió fuego. Varias voces gritaron al mismo tiempo:
-¡Tírense al suelo! ¡Tírense al suelo!
Ya los de las primeras líneas lo habían hecho, barridos por las ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada compacta que se movía en sentido contrario, despedida por otro coletazo de dragón de la calle opuesta, donde también las ametralladoras disparaban sin tregua. Estaban acorralados, girando en un torbellino gigantesco que poco a poco se reducía a su epicentro porque sus bordes iban siendo sistemáticamente recortados en redondo, como pelando una cebolla, por las tijeras insaciables y metódicas de la metralla.”[5]
El texto literario da cuenta, efectivamente, de un acontecimiento histórico. Pero, la versión literaria difiere en elementos sustantivos de la realidad en tanto que la ficción se encarga de que, tanto los personajes como el desarrollo de los hechos, adquieran un cariz singular en el relato matizados por elementos fantásticos.


[1] .-GAITAN, Jorge Eliécer. 1928: La masacre de las bananeras. Bogotá. Edición Los Comuneros, s.f., p.23.
[2] .-GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Cien años de soledad. Bogotá: Editorial Oveja Negra. Edición para Círculo de Lectores, 1989, p.236.
[3] .-Ibidem.
[4] .-GAITAN, Jorge Eliécer. Op. cit. ps. 56-57.
[5] .- Ibid, p.241.